Escenika: Donde las historias florecen y sanan

Publicado por Johanna Moya Sierra en

En Escenika, cada temporada es un testimonio vivo de cómo las historias y las personas encuentran su camino hacia la sanación y el crecimiento colectivo. Como directora, he sido testigo de cómo este proyecto ha evolucionado de algo íntimo y personal a un movimiento profundamente comunitario.

Ver cómo el boca a boca funciona, cómo cada vez más personas se acercan, cómo cruzamos fronteras –como lo hicimos al abrir camino hacia Donostia – es un recordatorio de que cuando abrimos puertas, las historias toman vida propia. Siento que Escenika es más que un proyecto; es un proceso vivo, un ciclo de regeneración.

INCUBADORAS DE HISTORIAS

Un viaje hacia el alma colectiva

Uno de los pilares más hermosos de Escenika son las incubadoras de historias. Son espacios donde las personas no solo cuentan sus vivencias, sino que se encuentran con ellas, con sus heridas, con su necesidad de florecer. Ver a los grupos autorregularse, apoyarse y crecer con las herramientas que se ofrece es un aprendizaje constante. Me maravilla cómo estas personas encuentran su fuerza y su hambre de colectividad, cómo se entregan con amor y confianza para explorar sus emociones más profundas.

El viaje hacia la esencia de las historias

Las incubadoras de Escenika son el corazón palpitante de nuestro proyecto. Son espacios donde las historias laten por primera vez, donde las personas se encuentran con sus heridas y, a través del arte, las transforman en relatos que sanan, inspiran y conectan.

Estas incubadoras no son solo un lugar para producir piezas de microteatro; son un proceso profundo de exploración personal y colectiva. Son espacios seguros, cuidadosamente diseñados, donde quienes participan tienen la oportunidad de enfrentarse a sus emociones más profundas, de reconocerlas y, sobre todo, de compartirlas con otrxs.

El viaje de la herida al arte

Todo comienza con una chispa, con una necesidad. Quienes llegan a las incubadoras suelen traer consigo algo que a menudo no han podido nombrar del todo: una emoción, un recuerdo, una herida abierta o un deseo de comunicar algo que los trasciende. A través de ejercicios creativos, dinámicas de grupo y un acompañamiento cercano y amoroso, las incubadoras se convierten en un laboratorio de transformación desde la creatividad y la mentoría emocional.

Es un proceso que permite mirar de frente esas heridas, darles forma, ponerles palabras. Pero no se queda ahí. En Escenika creemos que el poder del arte está en su capacidad de conectar. Por eso, cada historia que nace en las incubadoras es trabajada no solo desde lo individual, sino también desde lo colectivo. El grupo que se forma en este espacio se convierte en una red de apoyo donde el proceso creativo de uno se enriquece con las perspectivas, emociones y experiencias de todos.

La magia de la colectividad

Una de las cosas más hermosas de las incubadoras es ver cómo lxs participantes se autorregulan y se organizan como equipo. Es increíble cómo, a través de dinámicas cuidadosamente diseñadas, las personas encuentran su lugar en el grupo, aportan sus talentos y se apoyan mutuamente para avanzar.

Es un espacio donde se fomenta la escucha activa, la empatía y la confianza. En este entorno, las personas descubren su capacidad de trabajar colectivamente, de ceder y recibir, de construir algo que va más allá de ellxs mismxs. El hambre de colectividad que se despierta en las incubadoras es palpable, y esa energía alimenta cada historia que se crea.

Lo más impactante es cómo cada participante, con sus herramientas y recursos, logra conectar con su necesidad más profunda, con ese anhelo de expresar algo que lleva dentro. Es un viaje que requiere valentía, pero que también está lleno de amor. Porque aquí, el motor siempre es el amor: el amor por las historias, por el arte y por la capacidad de sanar y transformar a través de la creación.

Florecer juntxs

El proceso en las incubadoras no sólo da lugar a historias hermosas y potentes, sino que también genera un impacto profundo en las personas que participan. Cada participante encuentra en este viaje un espacio para crecer, para reconocerse y para florecer.

Siempre digo que las incubadoras son como una primavera constante. Cada historia que florece es un recordatorio de que, incluso en nuestras heridas más profundas, hay belleza y potencial para crear algo nuevo.

Mi mentor solía decirme que no hay nada más hermoso que ver a las personas florecer, y yo lo confirmo cada día en las incubadoras.

Un espacio de aprendizaje mutuo

Para mí, como acompañante en este proceso, las incubadoras han sido un aprendizaje constante. He aprendido a dejar de lado la idea de que yo tengo todas las respuestas. Mi rol no es dirigir, sino sostener el espacio, permitir que las cosas sucedan, que las personas encuentren su propio camino hacia la sanación y la creatividad.

También me he encontrado con mis propias limitaciones, con mis sombras y prejuicios, pero eso me ha dado la oportunidad de crecer como persona y como profesional. Cada incubadora es un espejo que me devuelve mi humanidad y me recuerda que, al final, todos estamos en busca de lo mismo: ser vistos, escuchados, amados y comprendidos.

El poder de las incubadoras en el territorio

Las incubadoras no solo transforman a las personas; también tienen un impacto en el territorio. Navarra-Nafarroa, con su tierra y su historia, parece conspirar para que este proceso sea posible. Siento que el territorio también está sanando a través de las personas, a través de las historias que surgen en estos espacios.

Cada historia que nace en las incubadoras y llega al escenario es un pequeño paso hacia la sanación colectiva. Es como si el territorio aplaudiera y agradeciera este proceso, reconociendo que cada relato es un hilo más en el tejido de nuestra comunidad.

ENSAYOS

El poder de las historias vivas

En los ensayos, cuando las historias comienzan a tomar forma, algo mágico sucede. Los artistas, con su disposición al vacío, dan vida a pensamientos, latidos y sentires que antes solo existían en papel. Pero cuando las personas que escribieron esas historias ven el resultado en escena, se produce un momento de comunión que no se puede describir fácilmente. Es emocionante ver cómo se conmueven al presenciar su propia historia transformada por el teatro y cómo el público, en cada función, también se convierte en parte activa de este proceso.

ARTISTAS 

Dramaturgxs artísticxs : Dar vida a las historias desde el alma

El proceso creativo de los artistas en Escenika es profundamente transformador. Cuando escriben su propia historia y luego la representan, algo cambia dentro de ellos. Es un viaje íntimo y poderoso que les exige habitar sus propias emociones, revivir sus experiencias más profundas y volcarlas en el escenario. En ese acto de creación y representación, lxs artistas no solo cuentan su historia, la enfrentan, la abrazan, la transforman.

Es increíble ver cómo, al plasmar sus vivencias en palabras, algo que parecía abstracto o inabarcable se convierte en una narración tangible, clara y poderosa. Escribir sus historias les permite organizar sus pensamientos, dar forma a su herida y ponerle un nombre. Pero el verdadero salto ocurre cuando llevan esa historia a escena.

De la escritura a la representación 

Lo más hermoso de este proceso es cómo el público, con su atención y sus aplausos, valida esa vivencia. Lxs artistas sienten que su historia tiene un valor, que no están solxs, que su dolor o su alegría han resonado en los demás. Es un momento de comunión profunda, donde las barreras entre artista y  espectador desaparecen, y lo que queda es la conexión humana en su estado más puro.

Cuando la historia de OTRX se convierte en propia

Después de este viaje personal, algo mágico ocurre: lxs artistas descubren que pueden habitar no solo sus propias historias, sino también las de los demás. Este proceso, que podría parecer un salto enorme, en realidad se da de forma natural. Porque en Escenika, las historias –aunque sean escritas por diferentes manos– siempre están tejidas con los hilos universales de la humanidad.

Cuando un artista interpreta una historia que no es suya, se entrega a ella con la misma profundidad, como si lo fuera. Esto sucede porque el proceso creativo y la metodología construida en Escenika les permite conectar con las emociones y los conflictos humanos que están en el corazón de cada relato.

Lo que al principio parece “ajeno” pronto se siente propio.

La clave está en la empatía y en la capacidad de abrirse al vacío, de abandonar el ego y ponerse completamente al servicio de la historia. Los artistas encuentran en los relatos de otros ecos de sus propias vivencias, de sus propios miedos, alegrías, deseos y heridas. Esos ecos se convierten en un puente que los conecta profundamente con la historia que están interpretando.

Un ciclo de sanación y conexión

En Escenika, lxs artistas no solo son intérpretes; son portadores de historias. Con cada obra, habitan sus propias emociones y las de otrxs, transformándose en arte. Este proceso crea un ciclo poderoso: al sanar su propia herida, están más preparados para dar vida a las historias de los demás. Y al hacerlo, ayudan a sanar no solo al dramaturgx, sino también al público, al territorio, a la comunidad entera.

Es en este ciclo de creación, representación y conexión donde radica la verdadera magia de Escenika. Porque cuando una historia es contada desde el amor , deja de ser de unx solx y se convierte en parte de todxs.

DRAMATURGXS SOCIALES

Dar cuerpo y alma a las historias

Hay algo profundamente transformador en los ensayos de Escenika. Es ese momento íntimo donde lxs dramaturgxs sociales ven cómo sus historias comienzan a tomar forma en las manos y cuerpos de lxs artistas. No es solo un proceso técnico; es un viaje profundamente humano y colectivo.

Para quienes han escrito estas historias, los ensayos son más que observar desde afuera. Es un espacio para participar activamente, para contribuir creativamente, para pulir los detalles, las emociones y las intenciones. Es ver cómo cada palabra, cada imagen que alguna vez estuvo en su mente, toma vida, carne, voz.

Es hermoso cómo lxs dramaturgxs no solo presencian su obra, sino que también se convierten en colaboradorxs esenciales, asegurándose de que lo que vemos en escena sea el reflejo más claro de su sentir y de su imaginario.

En este proceso, no hay jerarquías, sino un trabajo conjunto donde dramaturgxs, artistas y dirección nos ponemos al servicio de la historia. Creamos entre todxs, desde una entrega absoluta, para darle cuerpo en esta dimensión a esa herida que alguna vez dolió en silencio. Lo hacemos visible, lo hacemos tangible, porque lo que se nombra y se muestra puede ser aceptado, perdonado y, finalmente, sanado.

El vacío creativo: Un acto de fe y generosidad

En los ensayos, algo que siempre me conmueve es la disposición de lxs artistas para habitar el vacío creativo. No saben exactamente a dónde les llevará la historia, pero confían en el proceso. Confían en lxs dramaturgxs, en mi acompañamiento, y en la conexión que tienen con el personaje y la historia. A través de su ductilidad y entrega, lxs artistas abren capas de humanidad en los personajes que ni siquiera lxs dramaturgxs imaginaron al principio.

El teatro, en este caso, es una herramienta de reparación. Cada gesto, cada línea, cada movimiento escénico tiene un propósito: dar espacio a la herida para que sea reconocida y liberada. Es un proceso de amor y de cuidado, donde todxs contribuimos para que lxs dramaturgxs  sientan  que su historia ya no pesa tanto, que pueden soltarla, compartirla y, en ese acto, comenzar a sanar.

La conexión entre dramaturgxs sociales y artistas: Un puente de confianza y creación

En Escenika, el vínculo entre dramaturgxs sociales y artistas es uno de los pilares más hermosos y esenciales del proceso creativo. Desde el momento en que unx dramaturgx confía su historia se establece un lazo de profunda vulnerabilidad y generosidad. No es un simple traspaso de texto o ideas: es una entrega de emociones, vivencias y, muchas veces, heridas que necesitan ser tratadas con amor, respeto y cuidado.

Lxs dramaturgxs suelen llegar con una mezcla de ilusión y miedo. Por un lado, sienten la necesidad de compartir su historia; por otro, enfrentan la incertidumbre de cómo será recibida y tratada. Pero en Escenika, el proceso creativo está diseñado para que esa entrega sea segura y significativa.

EL PÚBLICO

La transformación del público: Un espejo colectivo

Cuando la historia finalmente llega al escenario, algo poderoso ocurre: el público entra en la ecuación. Lo que comenzó como una experiencia íntima entre dramaturgxs y artistas ahora se abre a la comunidad.

El público, al presenciar la representación, no solo observa. Se ve reflejado. En cada gesto, en cada palabra, encuentra ecos de su propia vida, de sus propias heridas y alegrías. Y esa conexión es lo que convierte a cada función en un espacio de sanación colectiva.

Muchas veces, el público comparte después de las funciones cómo las historias les han tocado profundamente. Cómo, a través de la experiencia de otrx, han podido mirar sus propias emociones desde una nueva perspectiva. Y en esos momentos, la barrera entre dramaturgx, artista y espectadorx desaparece. Todxs se convierten en parte de un mismo tejido emocional y humano.

Ver mi historia en el mundo

Para lxs dramaturgxs, ver su historia representada ante un público es una experiencia transformadora. En ese momento, su relato ya no les pertenece únicamente a ellos. Es un regalo que han compartido y ese acto de entrega y validación tiene un impacto profundo.

Los aplausos largos, sostenidos, que llenan el espacio al final de cada función, son una legitimación. Es el público diciendo: “Tu historia importa. Tu historia nos ha tocado. Gracias por compartirla.” Y ese reconocimiento no solo es sanador; es liberador. Es como si el territorio, el público y la historia aplaudieran al unísono, agradeciendo el proceso colectivo de sanación.

Porque al final, todas las historias –aunque vengan de diferentes manos y voces– nos pertenecen a todxs. En ellas encontramos nuestras sombras, nuestra luz y, sobre todo, nuestro deseo compartido de amar, sanar y conectar.

EL EQUIPO

La implicación de las personas en Escenika: Un movimiento que inspira y transforma

Hay algo mágico en Escenika que trasciende las historias, las representaciones y los ensayos: su capacidad de despertar en quienes participan un deseo profundo de ser parte de algo más grande. De alguna manera, quienes llegan a Escenika como espectadorxs, dramaturgxs, artistas voluntarios o público descubren que este espacio es más que un proyecto de microteatro social. Es un lugar donde el cambio, la comunidad y la sanación toman forma, y donde el sentido de pertenencia se convierte en motor de transformación personal y colectiva.

Un equipo en crecimiento constante

El equipo de Escenika está formado por personas que nos une no solo el compromiso con el teatro o el arte, sino un deseo compartido de contribuir a un cambio social profundo. Es increíble ver cómo las personas, desde diferentes contextos y habilidades, encuentran su lugar en este proyecto porque entienden que este trabajo no es sólo artístico, sino también emocional y humano.

LOS ESPACIOS PARA COMPARTIR

La facilitadora y el público: Un puente de conexión y reflexión

En las representaciones de Escenika, la figura de la facilitadora ocupa un lugar clave. Es quien crea el espacio para que el público no solo sea espectador, sino también participante activo de un proceso emocional y colectivo.

La facilitadora actúa como un puente entre la obra y las personas que la presencian. Antes de que comience la función, prepara el terreno con una invitación sutil pero poderosa: “Este es un lugar seguro para sentir, reflexionar y conectar.” Esto no solo abre un espacio de confianza, sino que también ayuda al público a entrar en una disposición de apertura y receptividad.

Durante la obra, aunque la facilitadora no está en el escenario, su presencia se siente en la manera en que el público interactúa con lo que ve. Es como si su guía inicial les diera permiso para sumergirse plenamente en la historia, reconocer sus propias emociones y permitirse ser vulnerables.

Cuando lxs artistas habitan las historias con autenticidad, el público comienza a verse reflejado, y la facilitadora está ahí para sostener ese proceso de conexión, incluso desde el silencio.

El cierre: Sanación colectiva y reflexión

Al finalizar la representación, la facilitadora vuelve a tomar la palabra. Este momento es crucial porque no solo cierra la experiencia teatral, sino que abre un espacio de reflexión colectiva.

Con preguntas, comentarios, dinámicas o simplemente dejando espacio para el silencio, la facilitadora invita al público a compartir lo que ha sentido, a nombrar aquello que ha resonado en ellxs y a darse cuenta de que no están solxs en sus emociones. Este acto de verbalización y escucha genera un sentido de comunidad y pertenencia que trasciende el teatro.

Es en este intercambio donde la magia sucede: La obra deja de ser solo de lxs dramaturgos o de lxs artistas y se convierte en algo que pertenece a todxs.

El público encuentra en las historias ecos de sus propias vivencias y, gracias a la facilitadora, pueden abrazarlas, reflexionarlas y comenzar su propio proceso de sanación.

En Escenika, la facilitadora no solo conecta al público con la obra; conecta a las personas consigo mismas y entre sí, haciendo del teatro un espacio de transformación colectiva.

Johanna Moya Sierra

Categorías: ¡Bienvenidxs!

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