Nuestro equipo, cuestiones lingüísticas y más
Holaa! (In English below)
Hoy mi tema es nuestra grupo, cuestiones lingüísticas y una pequeña lluvia de pensamientos sobre el trabajo emocional.
Nuestra Incubadora está formada por dos mujeres absolutamente maravillosas, Johanna que es la directora y por mi. Todas somos migrantes y nuestro único idioma en común es el castellano, que es la lengua materna de todas menos la mía. Venimos de entornos muy distintos, con perspectivas diferentes, y eso es fantástico.
Ha sido interesante participar y observar la evolución y la dinámica del grupo. Teniendo en cuenta que entiendo el castellano a un nivel básico y que hablar depende un poco del día y de mi estado de ánimo. Cuando estoy nerviosa, hablar no funciona. Pero, afortunadamente, esas situaciones en las sesiones ya no se dan. La mayor parte de los conocimientos lingüísticos que me faltaban hasta ahora han sido sustituidos por gestos y por adivinar lo que podrían querer decirme otras personas del grupo.
Dudaba sobre el proyecto por la cuestión del idioma, porque nadie habla inglés. Pensé que estaba ocupando demasiado tiempo y espacio en la incubadora. Porque todos tienen que hablarme claro, despacio y repetirse para asegurarse de que les entiendo. Johanna me aseguró que seríamos creativos y encontraríamos nuestra manera de comunicarnos en el grupo. Pero después de unas pocas sesiones, pude enterrar esas preocupaciones.
Por suerte, los miembros del grupo han sido muy considerados conmigo y con mis limitaciones lingüísticas, no me he sentido como una carga en ningún momento. Todos los implicados en el proyecto, incluidas las personas ajenas a nuestro grupo, me han apoyado increíblemente. Y ésta ha sido probablemente la mejor manera de obligarme a hablar. Otra cosa es que lo haga bien.
Al principio, creamos unas directrices comunes para el grupo, a las que cada miembro podía añadir lo que quisiera. Más allá de eso, por supuesto, tenemos algunas reglas absolutas, como que todo lo que hablamos en las sesiones, queda entre nosotros. Tenemos responsabilidades de grupo para poder cuidar lo mejor posible de nuestro pequeño grupo. Incluso fuera de las sesiones nos mantenemos en contacto y Johanna está disponible para todas nuestras alegrías, penas y frustraciones.
En la primera fase del proceso, nos hemos centrado en abrir el canal creativo. Estaba un poco impaciente por entrar en el tema en sí. Hemos pasado al trabajo emocional, y ahora comprendo lo importante que ha sido aquí la paciencia. Los ejercicios que estamos haciendo empiezan a ser más intensos y profundos, y nunca podría haberme lanzado a ellos al principio del proyecto. En las sesiones y ejercicios que hacemos en casa, profundizamos en todo tipo de cosas que hacen aflorar emociones. Ira, miedo, decepción, felicidad, alegría etc…
El trabajo emocional me produce sentimientos encontrados. Es dificil ponerse en un rol diferente al que estas acostrumbrado. En mi trabajo y en otros ámbitos, estoy acostumbrada a ser la parte que recibe, escucha, comprende, tranquiliza y apoya, cuando se trata de expresar emociones. Y debería vomitar y exteriorizar mis propios sentimientos. Es difícil ponerme en esta situación, en parte por costumbre y en parte por miedo. Cuando se trata de trabajo emocional, nos movemos entre los límites del arte y la estructura del trabajo social. Esta última es el área que conozco y los límites a los que escapo cuando atravieso situaciones desagradables en el trabajo emocional. En el arte hay más libertad, pero también más riesgo. Sin embargo, ha sido importante para mí hacer una distinción entre ambos: hacer arte sobre temas dolorosos en lugar de tratarlos en una relación profesional. Aparte de esto, la expresión emocional también está muy ligada a la cultura y aquí estoy lejos de lo que estoy acostumbrada.
Afortunadamente, nuestro grupo está formado para ser afectuoso, seguro y respetuoso, y las sesiones son nuestra propia burbuja. No tengo palabras para describir el aprecio y el respeto que siento por los demás miembros del grupo. Ayer mismo hablábamos de lo increíble que es que todos hayamos acabado aquí y en este momento.
Hello!
Today my theme is our group, linguistic questions and a small brainwave of thoughts about emotional work.
Our Incubadora consists of the director Johanna, two absolutely wonderful women and me. We are all immigrants, and our only common language is Spanish, which is everyone’s mother tongue except mine. We come from very different backgrounds, with different perspectives and that’s just fantastic.
It has been interesting to be involved and to observe the group’s evolution and dynamics. Given that I understand Spanish at a basic level and speaking depends a bit on the day and my mood. When I’m nervous, speaking doesn’t work. But fortunately, those situations in the sessions don’t happen anymore. Most of the language skills I’ve lacked so far have been replaced by gestures and guessing what I might mean from other people in the group.
I was hesitating about the project because of this question of language. No one else but me speaks English. I thought I would take up too much time and space, because everyone has to speak to me clearly, slowly and repeat themselves to make sure I understand them. Johanna assured me that we will be creative and find our way to communicate in the group. But after just a few sessions, I was able to bury those worries. Lucky me, the group members have been very considerate of me and my linguistic limitations, and I have not felt like a burden at any point. Everyone involved in the project, including people outside our group, has been incredibly supportive. And this has probably been the best way to force myself to speak a hell of a lot of Spanish. Of course, it is another question if I do it well.
In the beginning, we created common guidelines for the group, to which each member was able to add what they wished. Beyond that, of course, we have some absolute rules – like that everything we talk about in sessions, it stays between us. We have group responsibilities so that we can take care of our small and intensive group as well as possible. Even outside the sessions we keep in touch and Johanna is available for all our joys, sorrows, and frustrations.
In the first phase of the process, we have focused on opening up the creative channel. I was a little impatient to get into the theme itself. Now we’ve moved on to emotional work and the theme, and I understand how important patience has been. The exercises we’re doing now are starting to get more intense and diving deep, and I could never have thrown myself into them at the beginning of the project the way I can now. In the sessions and exercises we do at home; we delve into all sorts of things that bring up emotions from all sides. Anger, fear, disappointment, happiness, joy.
I have a very mixed feeling about emotional work. It’s hard not to take on another role that you’re used to. In my work and in other areas, I’m used to be the part that receives, listens, understands, reassures, and supports, when it comes to expressing emotions. Now I should be the one who is vomiting my own feelings. Huh. It’s hard to put myself in this position, partly out of habit and partly out of fear.
When we deal with emotional work, we move on the boundaries of art and the structure of social work. The latter is the one I know better, and behind those boundaries I would like to escape whenever the situation becomes uncomfortable. There is more freedom in art, but also more risk. However, it has been important for me to separate these two – making art about painful themes and dealing with them in a professional relationship. Apart from these, emotional expression is also very culture-bound and here I am far from what I am used to.
Fortunately, our group is shaped to be caring, safe and respectful and the sessions are our own bubble. Words cannot describe the appreciation and respect I feel for others in the group. Just last time we met, we were talking about how amazing it is that we all ended up here and in this moment.
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